Ha caído la primera gota, la innombrable, la prohibida, la
maldita.
Se ha deslizado entre las largas pestañas y finalmente ha caído.
Luchó por no hacerlo. Se contuvo ¡joder que si se contuvo! Pero
no logró vencer la tentación. Aquel rostro le llamaba, le seducía, era tal la
atracción de esa gota con ese rostro que terminó por unirse a él.
La gota pensó que nació del iris, de los ojos que la
albergaban, pero llegó al corazón, y se solidificó cuando de la boca del
latente la palabra hija sonó.
Juré que JAMÁS volverían a caer gotas de mis ojos. Y aquí
estoy , una vez más engañándome a mí misma, otra vez rompiendo las reglas que
yo misma me puse, violando las inquebrantables y echando a perder todo el
trabajo , todo el valor por el que luché a capa y espada.
Se fue.
Se esfumó.
Y aquí quedamos de nuevo, el recuerdo y yo. Las caricias
remotas y la imaginación.
¿El perdón? ¿Dónde quedó el perdón?
Otro ser violado, arrastrado y ninguneado.
El corazón se viste con harapos, y vuelve a lo que era
antes, despojos, despojos de una vida extinta, imaginada, soñada y acabada.
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