Tormentas de sal que acunan este enjambre de brillante lodo, de estruendoso pastizal.
El hombre, causante de maldades caóticas, de efímeras desdichas que aumentan con las canas, para luego una a una caer al son de un requiem de infectuosa soledad. O tal vez realidad.
Lluvia, tormenta, truenos, rayos y relámpagos acompañando a millones de gotas enfurecidas que se estrellan contra el petróleo terráqueo inventado por el homo sapiens.
Ellas , aunque furiosas, conocen el don de la liberté, aquella, que oh nosotros humanos, tratamos de amordazar.
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